J siente otra vez
que la piel se le eriza. Hace días que cada pelo de su cuerpo hace fuerza para
arrancarse a sí mismo. Hace noches que los ojos lo inyectan ardientes al
insomnio. Hace tiempo que escucha la palabra puto resonar desde el baño, desde
la heladera, desde el pasillo del edificio, desde la puerta de calle, desde la
vereda de enfrente, desde las ventanas, desde las bocas de los que lo espían.
PUTO. PUTO.
J cruje otra vez las
uniones de sus dedos mientras se mastica el interior de la boca, sacude las
piernas disimulando debajo del escritorio. J no puede frenar el impulso de
dejarse los dedos vacíos de pellejos, se huele las manos cuando no lo miran, a
ver qué olor tienen, a ver qué olor tienen si se toca las axilas, a ver qué
olor tienen si se toca. J tiene ahora pequeños tics disimulados que le permiten
sentir el olor de su propia saliva en los labios. Eso lo erotiza, y lo ausenta
por unos segundos. Y luego alguien grita puto y se despierta apedreado.
J casi no mueve el
cuello porque sus músculos están duros. Tiene la parte baja de la espada
anudada y la piel de los muslos más traslúcida de tanto frotarla.
J escucha puto en
todos lados, y todas las veces quiere responder con un aullido pero lo ahoga.
PUTO. En su pecho y
en su cara. Y lo ahoga.
J se comió tanto las
uñas de los dedos que se arrancó algunas. Los tapa con curitas e inventa
historias rebuscadas para justificar sus incontables accidentes dactilares.
También se martilla
las piernas arrancándose putos, inundados los ojos, inundado todo él. Se
masturba pensando en otro mientras llora y la luz del velador le susurra
putoooo desde el rincón de la habitación.
J intenta no hablar,
porque piensa tanto en la palabra puto que teme saludar: “puto, buenos días”.
Ya no estira su
incertidumbre y eso lo asombra y lo desgarra. Ya no puede ser parte de la
sombra ni del día. Ya no puede ser parte. Sabe que tiene deseos de puto aunque
aparezcan de modos sutiles o se trastornen, y salpica un destello en su vientre
que va a ser verde y no va a ser madre.
Su ambición de
disimular no puede ser muy grande. Pasará la vida huyendo debajo del cielo,
pero sobre una espera indómita y animal, sucumbiendo de tanto en tanto a lo
indecible y al misterio.
J terminará aceptando
que ya es hora. Lo incluirá en sí mismo a los gritos. PUTO PUTO PUTO PUTO.
Y después se sentará
en algún cordón a llorar su sangre que no cede y no se aparta, que no se
desparrama en la vereda para brotar impávida, nueva y brillante.
J soplará su estómago
y nacerá de nuevo cuando las esquinas ya no sean encrucijadas, sino sólo un
lugar para detenerse a respirar hondo, al fin, y descansar.
Con este texto conocí tu literatura. Ese día no es lo único que me gustó de vos. También me pediste el texto que yo leí. Nunca me había pasado eso. Ahora lo estoy releyendo y leyéndoselo a mi novio. Es un placer leerte y compartirte. Un placer y, como toda buena literatura, un lugar de descanso. Voy a seguir navegando por tu blog.
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